lunes, 1 de abril de 2013

"El Campo de Caín" (5 de 5)



(Del libro "AVILÉS", escrito por Manuel Álvarez Sánchez, impreso en 1927)

Parte - V -

Cuando en 1669 los religiosos de la Merced se establecieron definitivamente en Sabugo, edificando un magnífico convento, debido a la esplendidez del primer marqués de Camposagrado, don Sebastián Bernaldo de Quirós, se veía un religioso, encorvado bajo el peso de los años, salir todos los días del convento, a determinadas horas de la noche, y dirigirse hacia una cruz, en el mismo campo colocada, suspirar, porque ya no tenla lágrimas que derramar, y después de abrazarse a ella pasar largo tiempo en profunda meditación.


Nadie hubiera creído que aquel venerable anciano, de blanca cabellera, había dado muerte, en aquel mismo sitio, a un hermano suyo, sin embargo de haberío confesado ya públicamente.


Un día las campanas de la iglesia doblaron a muerto, y al mismo tiempo se vio brillar sobre los brazos de la cruz una luz vivísima„ que el vecindario interpretó favorablemente.


En aquel preciso momento acababa de morir el fratricida, después de cuarenta años de rigurosa penitencia, dejando también de oírse, desde entonces, en el fangoso Campo de Caín, los lúgubres acentos de la víctima.


La gigantesca cruz se veía aún a mediados del siglo XVIII, señalando el sitio donde fue perpetrado el crimen, y las personas que tenían que transitar por aquellos lugares, todas se signaban ante la cruz, rezando luego un Pater Noster por el eterno descanso del interfecto.

Al renunciar Fray Valentín Moran, en 1771, la silla episcopal de Canarias, resolvió terminar sus días en su pueblo natal, eligiendo para su descanso el convento de la Merced, que mandó ensanchar a sus expensas, extendiendo su recinto al lugar que ocupaba la cruz, edificando en este sitio la capilla de la Soledad, últimamente demolida, que eligió para su sepulcro.


En la actualidad nada queda de este suntuoso convento, demolido al finalizar el pasado siglo; en su solar se ha construido una magnifica iglesia, gracias a la gran influencia del entonces ministro de Gracia y justicia, don Julián García San Miguel, marqués de Teverga, representante en Cortes por nuestro distrito, secundado con celo por el párroco don Manuel Monjardín, que, por su elegante construcción, es una de las más bellas de España.



Hoy los sitios indicados están convertidos en plazas, avenidas y paseos.    

  

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