(Del libro "AVILÉS", escrito por Manuel Álvarez Sánchez, impreso en 1927)
Parte -VI -
-¡Permiso, padre mío!...-le contestó Patinota-, ¿Puede solicitarse permiso para entrar a ver a un sentenciado a muerte?
El que entraba era el venerable párroco de Sabugo, don José Fernández Rayón, muy conocido de Patinota, por haber sido el que le dio la primera comunión.
Una Vez dentro el piadoso párroco, Patinota exclamó:
- Me han condenado a muerte, padre, han obrado con justicia, cien veces he merecido la sentencia!...
-¡E1 Dios de bondad. te consuele, hijo mío!-le contestó el señor cura, y le estrechó sus manos entre las suyas
.
Patinota, entonces, con cierta timidez, no exenta de respeto, besó las puras manos del párroco, y dirigiéndole una mirada suplicante, le dijo, sollozando:
-¡Padre, muy pecador he sido! ¿Me perdonará Dios?..
-¡Dios, lo que desea y quiere, son corazones arrepentidos, hijo mío!-le contestó el sacerdote.
-¡Oh, no me llame usted hijo!-exclamó el joven, ocultando su rostro, avergonzado, en aquel pecho, que tan paternalmente le oprimía.
Y Patinota lloró como llora el arrepentido para borrar sus culpas.
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