domingo, 14 de enero de 2018

"El ajusticiado" (9 de 9)


(Del libro "AVILÉS", escrito por Manuel Álvarez Sánchez, impreso en 1927)
Parte - IX -

El día de Corpus, la Octava, como llaman en Sabugo a la fiesta mayor, se celebra siempre en esta parroquia con gran fe y entusiasmo; los vecinos levantan arcos de tamariz en las bocacalles y tapizan, con espadañas, flores y cenoyo (hinojo) (1), el camino por donde ha de pasar la procesión.


El año que tuvo lugar la ejecución, los vecinos de Sabugo resolvieron hacer lo más solemne.posible la fiesta sacramental, para olvidar el reciente triste espectáculo del Carbayedo.

Todos los feligreses engalanaron las casas; pero la que verdaderamente llamó la atención, por lo original de su adorno, fue una casita de sencilla construcción, que formaba esquina en la plazoleta central de Sabugo. En ella vivía, postrada en cama de una parálisis, una mujer, que a todos inspiraba compasión.

La pobre enferma había mandado cubrir una y otra pared exterior de la casita con grandes ramas de roble, que había mandado cortar de los cuatro árboles del Carbayedo más inmediatos al sitio donde tuvo lugar la ejecución.

(1) Esta simpática y tradicional costumbre de alfombrar con espadaña y plantas aromáticas las calles en las procesiones del Santísimo, fue suprimida por el Municipio,. de acuerdo con la Junta de Sanidad, el día 25 de mayo de 1918

Ya las campanas de la iglesia habían anunciado, con su alegre repique, que iba a salir la procesión, cuando la paralítica sintió deseos de ver a Jesús Sacramentado pasear triunfante por las calles del pueblo, y mandó a unas vecinas que la sacasen hasta la puerta, para poder presenciar el desfile procesional; accedieron gustosas a ello, y .no bien apareció la Hostia Santa por la calle de Adelante, cuando se vio a la enferma salir a su encuentro, completamente restablecida.

El hecho tan público corrió de boca en boca,. y la .casa de la favorecida se llenó de gente.

Nadie pudo poner en duda que en la paralítica, al verla moverse y caminar con desenvoltura, se había obrado una curación milagrosa.

Esta señora era Angelina, la Patinota, madre del ajusticiado, postrada en cama, cinco años hacía, por crueles y repetidos disgustos


María Álvarez había muerto, y heredera de sus bienes Angelina, ésta, para conmemorar su feliz curación, y en acción de gracias, regaló a la iglesia parroquial de Sabugo una lámpara de plata (1), que lució muchos años delante del altar mayor.

La casa de María Álvarez se conservó, sin aparente modificación exterior, hasta el año de 1914, en que el Municipio de Avilés la expropió para ensanche de la calle de la Estación.

La Guerta Mari- Able hase transformado en estos últimos años, con arreglo a un plano de urbanización municipal, siendo uno de los sitios más vistosos y alegres del popular barrio, por el lujoso ornato de su moderna edificación.

(1) Esta lámpara, ya deteriorada por el uso, fue vendida el ario de 1901, y con su producto, se hizo la escalera lateral que da subida al coro de la antigua iglesia de Sabugo.


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